Si Simone de Beauvoir saliera de su tumba para pasar un día en el mundo de los vivos celebrando su 100 cumpleaños volvería al sepulcro con ganas de no abandonarlo nunca más. Lo haría tras echar un vistazo al producto adulterado en el que se ha convertido la mujer del siglo XXI, donde la mano del hombre ha esculpido un modelo perfecto de frivolidad para exhibirlo en revistas, televisores y en los mejores cines, todo a cuenta de la dignidad de unos cuantos cuerpos plásticos como el tuyo, chica guapa. Si te das por aludida no te agraves, no es mi intención ofenderte con mis palabras, más bien me gustaría que dejases de ofenderte a ti misma. Al resto de mujeres que obvian que estas líneas no van dirigidas a ellas, sepan que, por muy afgano que el humilde autor de las mismas se sienta, siempre se declarará contrario a cualquier tipo de burka, ya sea el de tela o el de silicona y ya venga del islam o de L’Oréal París.
Cuando el prototipo de mujer triunfadora lo plasman cuatro cuarentonas cuya vida consiste en pescar a un marido adinerado, empaparse de glamour y no mover el culo ni para hacer de vientre, significa que algo no ha entendido bien esta sociedad moderna, que ya debería haber aprendido la diferencia entre un jarrón chino y una mujer. Es el caso de “Sexo en Nueva York”, una serie que desde la cabecera hasta los títulos de crédito, no deja de dar repelús ni un solo segundo. Pero lo verdaderamente deplorable es que existe toda una legión de seguidoras de las cuatro protagonistas que, si bien pretenden ser un modelo a seguir, no representan más que la superficialidad de una sociedad de féminas materialistas que precisan de zapatos caros y bolsos de Prada para disfrazar sus numerosas carencias.
Los cuatro vejestorios, liderados por el rostro equino de Sarah Jessica Parker, acaban de estrenar la secuela de la película basada en la serie de televisión. Pero esto no es una crítica de cine, pues la película ni la he visto ni la pienso ver, me basta con el trailer para saber que serán dos horas de argumento plano, diálogos de besugo y pésimas actuaciones, entre ellas el cameo de nuestra joyita Penélope Cruz – otra a la que dan ganas de ofrecerle un terrón de azúcar – y la heroína de las niñas repelentes, Hannah Montana. ¿Y dónde quedaron el encanto de Audrey Hepburn y Lauren Bacall en la alfombra roja? ¿Dónde quedaron los ideales de Jane Fonda y Susan Sarandon? Entre la pérdida del señor Hopper y el estreno de este engendro, los amantes del cine estamos de luto mientras el celuloide se viste de Prada.
http://www.rtve.es/mediateca/videos/20100603/dias-cine-03-06-10/790093.shtml
- Kevin Laden -
lunes, 7 de junio de 2010
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Respecto al tema hay un reportaje de El País Semanal del 6/06/2010 que ilistra muy bién el tema del materialismo. Se llama "Anatomía de la codicia" y es de Borja Vilaseca.
ResponderEliminarGracias, pongo el enlace para quien quiera echarle un ojo al reportaje que mencionas.
ResponderEliminarhttp://www.elpais.com/articulo/portada/Anatomia/codicia/elpepusoceps/20100606elpepspor_6/Tes
quiero felicitarte por esta entrada, a veces, es tan difícil escapar del bombardeo televisibo que hace falta que nos recuerden que no queremos ser. Mil gracias
ResponderEliminarO mierdas, con esto de las prisas se me fue ese detalle.
ResponderEliminarYa esta corregido ;)
Un saludo compañero
Un reportaje interesante de "Días de cine" sobre la película, si veis el programa completo podréis ver también un homenaje a Dennis Hopper.
ResponderEliminarhttp://www.rtve.es/mediateca/videos/20100603/dias-cine-03-06-10/790093.shtml
Primero que nada felicitarte por el blog, tienes entradas muy interesantes y comentarios muy ingeniosos. Sin embargo, como es más fácil, y seguramente también más productivo, criticar que alabar me gustaría hacer un par de observaciones en cuanto a este artículo y espero que no te lo tomes como una crítica personal. Te has ido a meter en un asunto bastante peliagudo… Personalmente considero que el tema de género es mucho más complejo de lo que puede parecer, ya que, por un lado tenemos tan interiorizados los roles establecidos que nos resulta diferenciar lo que pertenece a las naturalezas de la mujer y/o el hombre de lo que pertenece a los roles que se les impone socialmente; y por el otro, somos todos cómplices y víctimas del sistema que establece estos roles. Esa complejidad da lugar a múltiples contradicciones y somos los mismos defensores de la igualdad entre géneros, los que continuamente caemos en prejuicios sexistas. Si bien estoy totalmente de acuerdo con la esencia de la crítica que expones en esta entrada, creo que haces algunos comentarios poco afortunados. El “rostro equino” de la protagonista, es justamente una de las, seguramente pocas, cosas laudables de la película: no todas las mujeres tenemos los encantadores rostros de Audrey Hepburn o Lauren Bacall, y en su época seguramente era inimaginable que un rostro equino fuera el ídolo adolescente. Me alegro de que por lo menos en eso hayamos avanzado y creo que Simone de Beauvoir también se alegraría. También considero bastante desafortunados términos como “cuarentonas” o “vejestorios”: las “cuarentonas” y “vejestorios” desde luego no tienen cabida en una sociedad en la que las únicas virtudes de las que puede (y debe, por supuesto) enorgullecerse una mujer son la juventud y la belleza, y en la que más vale que la mujer huya de la vejez y prescinda de la experiencia y la sabiduría, cualidades mucho más propias de los hombres y quizá un poco contradictorias con su obligación, derivada de su condición de mujer, de mantenerse joven y bella. No entraré en valoraciones sobre el grado de superficialidad de películas como “Cómo casarse con un millonario” o “Desayuno con diamantes” que protagonizan las encantadoras Bacall y Hepburn respectivamente (ni en sus posibles valoraciones éticas desde la perspectiva de género). Por cierto, en cuanto a los ideales de Jane Fonda, creo que quedaron atrás hace mucho tiempo, cuando ella misma decidió quemarlos junto con las calorías en sus videos de aerobic. Ah y una cosita más… Seguramente es una manía mía pero personalmente aborrezco el uso común generalizado del término materialista con el sentido de “superficial”: Feuerbach, Marx, Engels, Lenin… también eran materialistas y, si me equivoco corrígeme, no usaban bolsos de Prada. No te lo tomes a mal, estás en pleno derecho de utilizar el término en ese sentido, pues es una de las acepciones que recoge actualmente, simplemente como lingüista, y en este caso concreto como materialista, me repatea la degeneración de ciertos términos por las nuevas acepciones gramaticales que resultan de su mal uso común generalizado (que a mi parecer no es casual). Un saludo y suerte con el blog
ResponderEliminarElisa
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
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