lunes, 6 de junio de 2011

15-M: LA REVOLUCIÓN PASIVA, EL PACIFISMO AUTORITARIO Y LA “IDEOLOFOBIA” (O de cómo hacer una revolución sin molestar a los vecinos)



El día 14 de mayo ya estaba eufórico, con los dedos al rojo vivo ardiendo en deseos de escribir un texto arengando a las masas ante la inminente revolución que se avecinaba en todo el estado español, creyéndome el mismísimo Che Guevara dando un discurso en la ONU para recordarle a la gente una vez más lo necesario que era un levantamiento del pueblo. Tan ingenuo fui que comencé a preparar lo que después resultó ser el artículo más optimista que había salido de mi teclado desde que me dio por desahogarme con él en vez de con un fusil de asalto, artículo de cuyo título, por algo que hoy siento y que debe de ser eso que muchos llaman vergüenza, prefiero no acordarme. Tras la manifestación del 15 de mayo en Castellón, que partió desde la hoy asentada plaza Mª Agustina – o la que emulando a los valencianos, se ha rebautizado simbólicamente como “plaza 15 de mayo” – mi efusividad se fue extinguiendo poco a poco, lo que había empezado siendo una llamarada que me abrasaba por dentro quedó en un leve chispazo que mantenía viva la esperanza de que algo pudiera surgir de todo esto. Esta llama sigue viva, pero ya apenas alumbra.

LO LLAMAN REBELDÍA Y NO LO ES
Para hacer una reflexión sobre el movimiento del 15-M, habiendo sido ya prudente  y esperado a que los acontecimientos fluyeran hasta ver los resultados, no puedo evitar plantearla desde mi experiencia personal en la acampada de Castellón, ya que no puedo mentar al resto sin haber estado en ellas. En un principio me sorprendió ver cómo gente a la que jamás había visto en una movilización de este tipo, encabezaban las manifestaciones sosteniendo las pancartas o megáfono en mano proclamando consignas, lo cual más que disgustarme, me resultó cuanto menos, interesante, pues se estaban removiendo conciencias, el pueblo se desperezaba y se quitaba las legañas, o al menos así lo vi en aquél momento. Pero de la ilusión fui pasando al desencanto en tan solo un par de días, escuchando alucinado cómo las voces más subversivas eran acalladas por una aplastante mayoría de ultracorrectos exaltados, echando por tierra cualquier decisión que conllevase atisbo alguno de rebeldía, aunque ésta hubiera sido previamente aprobada en asamblea. Por éste motivo, muchos compañeros que llevan años en la lucha anticapitalista, tomaron la respetable decisión de desentenderse del movimiento a los pocos días, yo por el contrario y después de dar muchas vueltas a la plaza, aturdido, confuso y desorientado entre tanta mano alzada, aplausos y frases de Gandhi, decidí seguir husmeando hasta dar con un hueco desde el que aportar mi punto de vista crítico y dar rienda suelta a mi espíritu combativo, y así fue como me uní a la gloriosa comisión de Activismo, comisión que desde su nacimiento se encontraba destinada a convertirse tarde o temprano en un rebaño de ovejas negras para lo “indignaos”,  un grupo de terroristas que desde la sombra urde maquiavélicos planes para quemar coches y volar edificios. Y es que si hay un sentimiento que ha sido palpable durante estas semanas, es el miedo,  el temor colectivo a que las ideologías se muestren abiertamente, el recelo general a posicionarse y la desconfianza de muchos ante cualquier tentativa de acción organizada, miedo por parte de los mismos que actúan en todo momento dentro de la legalidad mientras se autoproclaman partícipes de una revolución. Permitidme que me ría, pero es que llevo semanas conteniendo las carcajadas cada vez que paso ante el cartel que promulga aquello de: “Spanish Revolution”, reduciendo una palabra de tan colosal significado a un campamento con flores, timbales y talleres de relajación, estos últimos para estar tranquilos si vienen los antidisturbios a molernos a palos.

IDEOLOGÍAS, VADE RETRO
A mí que se me suele tildar de dogmático día sí y día también, me pareció fenomenal durante las primeras asambleas, que la iniciativa fuese ciudadana y no se presentase teñida de ningún color político, algo que en medio de una campaña electoral no hubiese ido a buen puerto, pero esto se ha confundido con el disparatado concepto de que hay que rechazar cualquier tipo de ideología huyendo de todo intento por parte de los medios de meter a los acampados en el oscuro y raído saco de la izquierda, no vayan a decir que somos comunistas, ¡Jesús! La despolitización total del estático movimiento 15-M ha traído consigo una serie de contradicciones que han atentado incluso contra la libertad de expresión de muchos de los que estamos implicados y seguimos aguantando un atropello tras otro, como es el hecho de que se instara a un chaval que enarbolaba una bandera del CJC a retirarla de inmediato, mientras ha de someterse a votación si se retira o no de la mesa informativa un comunicado de Falange Española, confundiendo así del modo más ridículo política con sentido común. Esto es solamente un ejemplo de lo que yo llamo irónicamente, la “censura pacifista”, pero hay más, detalles como sustituir cualquier consigna de corte político o social por globos de colores son los que convierten su idílica revolución en un guateque que ha perdido toda credibilidad. Lejos de mi intención está desvirtuar un movimiento en el cual continúo implicado, no vayan los gurús de la benevolencia a acusarme de hacer contrarrevolución, lo único que pretendo es reflexionar, aunque muchos se ofendan, acerca de por qué pienso que todo este tinglado se dirige a toda velocidad y sin frenos contra un muro de hormigón, y sobre el peligro de que la cosa degenere en algo muchísimo peor, si no es que cae sencillamente en el olvido como las movilizaciones de transportistas o la huelga general.



Es bastante probable que haya gente que ya esté convulsionando si ha llegado a leer hasta aquí, que se conjuren contra mí acusándome de querer falsear esta iniciativa tan bonita, - tan bonita como un anuncio de Ausonia - pero aunque haya decidido subirme a este barco, sepan que mi lucha dista mucho de su idea de formar parte del mobiliario de la plaza y está muy lejos de su sospechoso “ni de derechas ni de izquierdas”, que una revolución por pacífica que sea, no es viable si ni tan siquiera resulta una molestia para los poderosos hacia quienes va dirigida, que no se puede pretender cambiar las leyes si se continúan cumpliendo al pie de la letra y que pretendo seguir siendo un grano en el culo de los pacifistas hasta que el 15-M empiece a parecerse más a las revueltas de los pueblos egipcio y griego y menos a una tarde en el festival de Woodstock.

Para acabar, sólo una frasecita de las clásicas: “Ni tan violento como creen, ni tan pacífico como desean”.

- Kevin Laden -

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