SERVIR PARA NADA

Se anegó la capital de gorros pesqueros, abanicos, acné y correctores dentales para recibir al sumo pontífice durante los días que éste visitó España por tercera vez. Los pequeños visitantes de las Jornadas Mundiales de la Juventud llegaron a Madrid con zurrones al hombro cargados de provisiones, fe cristiana y privilegios, sobretodo muchísimos privilegios que Dios les concedió para que camparan libremente a lo largo y ancho de la ciudad. Nuestro Señor Jesucristo bendijo a los peregrinos y los proveyó de completa inmunidad ante las fuerzas de seguridad del estado. Su amuleto, la mochila oficial de la JMJ, si el crucifijo que éstos portaban al cuello bien podría haberles servido para ahuyentar a los vampiros si los hubiese habido, esta mochila les sirvió como escudo invisible para repeler los golpes de la policía. Ni un carnet de prensa, ni la condición de mujer de una ciudadana civil lograron frenar las porras de los agentes, pero sí los kits que los JMJ portaban, ya que les sirvieron para que pudieran ser filtrados entre los disturbios y que no sufrieran el menor rasguño en sus delicadas pieles de devotos monaguillos, en concreto casi un millón y medio de jóvenes católicos protegidos por un estado que se hace llamar aconfesional, un millón y medio de niñatos santurrones a los que sólo les faltó tirarse a la piscina desde los balcones de los hoteles para acabar de rematar el lamentable comportamiento del que hicieron alarde durante su más que innecesaria visita.

Aquella vez las imágenes volvieron a hablar por sí solas. Lo vimos en las manifestaciones contra la guerra de Irak, en los desalojos del barrio del Cabanyal, en las protestas contra el plan Bolonia o en la huelga general en septiembre del año pasado. Y volvimos a ver esas espeluznantes imágenes en las que quedó de nuevo patente de parte de quién están esos a los que algunos todavía se empeñan en invitar a las asambleas del 15-M, los que supuestamente están desempeñando su función y a quienes muchos defienden  alegando que ellos “también son el pueblo”, mostrando las palmas de las manos al grito de: “Estas son nuestras armas”, pero sucede que ellos sí que llevan armas y en cuanto tienen oportunidad las emplean para reprimirnos del modo más salvaje.

Ahora resulta pues, que se ha abierto un expediente al tal Roca Sierra, el policía que mostró públicamente su supuesto apoyo a los Indignados en una asamblea de Madrid haciendo uso de un montón de bonitas palabras, preciosas, me atrevería a afirmar, tan preciosas como vacías. Y es que ¿pa qué te metes, Manolete? Te estás jugando el puesto y ese sueldo fijo que tanto te costó conseguir vendiendo a la clase trabajadora y cambiando ese corazoncito tan noble que tienes por una placa hecha de chatarra y total ¿para qué?, ¿para recibir el aplauso de un público enfervorecido y tener unas cuantas miles de visitas en Youtube? Para eso haberte mojado hombre, haber denunciado la cobardía de esos compañeros tuyos que golpean a mujeres y a periodistas en plena calle, haber mencionado a esos bastardos que descargan todo el peso de su frustración contra gente desarmada, haberte declarado avergonzado de pertenecer a una institución que se encarga de defender a un régimen fascista hasta las últimas consecuencias, aunque sea descalabrando a ese pueblo al que dice defender. Haber dicho algo de esto y puede que firmar el finiquito, si es que la cosa llega a tal, hubiera merecido algo la pena, señor agente. Pero no se deprima usted, hombre, que por amoratados que estemos a causa de los porrazos, seguiremos aplaudiendo su bonita demagogia.

Y mientras los más radicales crean eventos en Facebook para manifestar su repulsa hacia el gravísimo atropello que ha sufrido nuestro amigo el madero, yo me descojono imaginando la bronca que le echaría al día siguiente el jefe: “¿Quién demonios te crees que eres, el maldito Llanero Solitario?” Me desmonto de risa mientras que otros lo califican de atentado a la libertad de expresión, porque no se puede jugar a ser un rebelde defensor de los desfavorecidos cuando se curra para el malo, aprovechando la comodidad de sentarse en el suelo junto al pueblo para soltar tu discurso cargado de pretendida bondad mientras se está recibiendo el sustento de un estado que azuza a los tuyos contra los nuestros a la primera de cambio. Me río porque creo firmemente que policía y pueblo no son una misma cosa aunque el mono se vista de seda. Los que no te aplaudimos sabemos que tu trabajo consiste en reprimir a quien se desvíe de la línea establecida, por mucho que tú y tu sindicato de oportunistas os empeñéis en hacernos creer que estáis ahí para proteger y servir. ¿Proteger? Al sistema, por supuesto. ¿Servir? Servir para nada.

- Kevin Laden -
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