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La batalla que está librando el pueblo catalán en contra de la tauromaquia es más que plausible, es digna de alabanza. Ya no se podrá practicar la ancestral costumbre de someter a un ser vivo hasta las últimas consecuencias de su agonía en tierras catalanas, se acabó el arte de la carne atravesada y los pulmones encharcados, de la mirada desoladora del animal, la húmeda lengua que implora y de la arena mezclada con sangre. Se acabaron los blancos pañuelos agitándose al viento en manos de espectadores que no son otra cosa sino cómplices de asesinato, se acabó glorificar el sadismo y la bravuconería del machito de las mallas rosas ciñendo su cipote español. Los defensores de la razón estamos de enhorabuena, se acabó la fiesta criminal.
Pero no todo es motivo de celebración, pues la abolición ha supuesto un fortísimo puntapié en los genitales de la España más tradicionalista y conservadora, que ya se ha movilizado en una campaña en la que una vez más, muestran lo que mejor saben hacer, manipular. El apocalíptico mensaje de que “la nación se rompe” vuelve a hacerse oír, señalando a la amenaza de la izquierda separatista, acusándola de querer prohibir todo aquello que huela a español, la maniobra política de siempre, tan chovinista como siempre. No se trata de política, sino de sentido común, aunque esto es algo que parece no importar a los defensores de la brutalidad más extrema, los mismos que, en repentinos arrebatos de una asombrosa lucidez, increpan al colectivo anti taurino la “incoherencia” de estar en contra de las corridas de toros y a la vez defender el aborto libre. Ya ironicé en otra ocasión acerca de esta comparativa, así que solamente recordaré desde aquí que nadie acude a las clínicas a aplaudir y jalear mientras se practica un aborto. Pero eso es harina de otro costal.
Poco a poco, las voces contra el maltrato animal se van haciendo oír, y cada vez más y más fuerte, aquí no hay manipulación de por medio, sino ciudadanos que defienden lo incuestionable, lo irrebatible, que no quieren ayudas públicas para matanzas públicas, que no quieren que se llame cultura a espectáculos sangrientos, ni mucho menos que se sufraguen con sus impuestos. Podemos dar por ganada esta batalla, aunque hay otras muchas por librar. La práctica de “els corre bous” sigue en el punto de mira por su ignominioso carácter vejatorio y su indiscutible falta de escrúpulos, como son el caso del toro embolado, el toro de la Vega o el humillante toro al agua. Por último, es muy importante no confundir términos como se está haciendo últimamente, ni los anti taurinos defendemos intereses políticos, pues es por la lógica por lo que abogamos, ni los taurinos defienden una tradición, ya lo dicen los catalanes, “la pela es la pela” .
- Kevin Laden -
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A esos personajes de la España profunda que suelen pertenecer a la sociedad mas casposa del pais español no hay que hacerles mucho caso.
ResponderEliminarLADRAN LUEGO CABALGAMOS
¡Basta! Espero que todo esto acabe algún día.
ResponderEliminarVc.
Pues a ver si nos echáis una mano al resto de comunidades para que acabe esta barbarie que con tanto pepero es imposible.
ResponderEliminarAmigo, yo vivo en Castellón, (Comunidad valenciana) aquí todavía no se han prohibido estas masacres.
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