Idiota:
La palabra idiota proviene del griego, ἰδιώτης, idiōtēs, de ἴδιος, idios (privado, uno mismo). Se utilizaba para referirse a aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos, sino solo de sus intereses privados.
No son los que promueven la ignorancia, más culpables que aquellos que se abandonan a ella, permitiendo así que se propague ante sus ojos mientras sus inertes cuerpos se hunden en un sofá, bajo los efectos narcóticos que les producen los berridos de las “troneras” de “Mujeres, hombres y viceversa”. Los mismos que proclaman a los cuatro vientos en las barras de los bares que salir a la calle no vale para nada, son los que salieron en tropel a celebrar la victoria de la selección, hasta altas horas de la madrugada, orgullosos de su bandera y con más alcohol en sangre que Jesús Neira en Nochevieja. La cajera de Mercadona que se desvive por defender a Belén Esteban hasta las últimas consecuencias, tampoco saldrá el miércoles a la calle a defender sus derechos, ni siquiera ese parado de izquierdas, fiel seguidor de Buenafuente o del Gran Wyoming, y ferviente defensor de la legalización de la marihuana, que probablemente no sepa ni el motivo por el que se convoca la huelga general. Son el paradigma del absoluto individualismo, los que no se mojan por nadie y no les importa que el resto chapotee en la mierda mientras no les salpique a ellos, o a sus coches, acabáramos. Pero hasta aquellos que no tienen nada que perder, que no cuentan con el refugio de la clásica excusa del miedo a perder su empleo, del tener una familia que alimentar, hasta esos alzan con arrogancia la cabeza y se jactan de su conformismo. ¿Para qué sirve una huelga si todos sabemos que no se va a conseguir nada? Ellos mismos saben que lo que no sirve para nada es su postura derrotista, aunque después serán los primeros que, en caso de fracaso, dirán que ya lo advirtieron. Enhorabuena chavales, habéis hecho un gran servicio.
De estos últimos hay dos tipos, los que son demasiado dóciles o ni tan siquiera se han preocupado por saber de qué va todo este rollo, y los que son más listos que nadie. Los que van tan sobrados que no irán a la huelga porque ésta no es de su gusto, no está hecha a su medida, o simplemente no acudirán a manifestarse "como un borrego más". Los que siempre se han llenado la boca con discursos a favor de los trabajadores, dicen ahora que ir a la huelga es ir de la mano de los dos sindicatos mayoritarios, cuyas siglas todos nos sabemos y cuya posición conocemos de sobra, lo más gracioso es que te hablan de huelgas indefinidas, de paralizar el país de forma masiva, esa es su revolución perfecta, claro, la mía también. ¿Nos quedamos sentados esperando a que alguien la convoque? Pero claro, cuando llegue tan ansiado alzamiento, falta que éste sea de su gusto, o de lo contrario será autoritarismo, igual que Hugo Chávez. De acuerdo, la huelga ha llegado tarde, las decisiones ya están tomadas. ¿Pero es eso motivo suficiente para no acudir? ¿No es acaso razón de más para unirnos y no dejar al gobierno con la última palabra? Abramos los ojos, secundar esta huelga no es ir de la mano de los dos sindicatos de turno, es ir de la mano del pueblo y luchar por el pueblo, por nuestros compañeros de trabajo, de pupitre o de lista del paro. Secundar esta huelga no es ninguna banalidad, ni me sentiré inútil cuando salga a la calle mañana, el inútil es el que se quedará en casa salivando con algún programa mongólico de Telecinco, el que irá a trabajar con el rabo entre las piernas por temor a represalias, o el que sigue esperando sentado a que el pueblo se levante, para luego ver si ellos se levantan también o se quedan donde estaban con las manos bien limpitas.
¡Nos vemos en la huelga!
- Kevin Laden -
La palabra idiota proviene del griego, ἰδιώτης, idiōtēs, de ἴδιος, idios (privado, uno mismo). Se utilizaba para referirse a aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos, sino solo de sus intereses privados.
No son los que promueven la ignorancia, más culpables que aquellos que se abandonan a ella, permitiendo así que se propague ante sus ojos mientras sus inertes cuerpos se hunden en un sofá, bajo los efectos narcóticos que les producen los berridos de las “troneras” de “Mujeres, hombres y viceversa”. Los mismos que proclaman a los cuatro vientos en las barras de los bares que salir a la calle no vale para nada, son los que salieron en tropel a celebrar la victoria de la selección, hasta altas horas de la madrugada, orgullosos de su bandera y con más alcohol en sangre que Jesús Neira en Nochevieja. La cajera de Mercadona que se desvive por defender a Belén Esteban hasta las últimas consecuencias, tampoco saldrá el miércoles a la calle a defender sus derechos, ni siquiera ese parado de izquierdas, fiel seguidor de Buenafuente o del Gran Wyoming, y ferviente defensor de la legalización de la marihuana, que probablemente no sepa ni el motivo por el que se convoca la huelga general. Son el paradigma del absoluto individualismo, los que no se mojan por nadie y no les importa que el resto chapotee en la mierda mientras no les salpique a ellos, o a sus coches, acabáramos. Pero hasta aquellos que no tienen nada que perder, que no cuentan con el refugio de la clásica excusa del miedo a perder su empleo, del tener una familia que alimentar, hasta esos alzan con arrogancia la cabeza y se jactan de su conformismo. ¿Para qué sirve una huelga si todos sabemos que no se va a conseguir nada? Ellos mismos saben que lo que no sirve para nada es su postura derrotista, aunque después serán los primeros que, en caso de fracaso, dirán que ya lo advirtieron. Enhorabuena chavales, habéis hecho un gran servicio.
De estos últimos hay dos tipos, los que son demasiado dóciles o ni tan siquiera se han preocupado por saber de qué va todo este rollo, y los que son más listos que nadie. Los que van tan sobrados que no irán a la huelga porque ésta no es de su gusto, no está hecha a su medida, o simplemente no acudirán a manifestarse "como un borrego más". Los que siempre se han llenado la boca con discursos a favor de los trabajadores, dicen ahora que ir a la huelga es ir de la mano de los dos sindicatos mayoritarios, cuyas siglas todos nos sabemos y cuya posición conocemos de sobra, lo más gracioso es que te hablan de huelgas indefinidas, de paralizar el país de forma masiva, esa es su revolución perfecta, claro, la mía también. ¿Nos quedamos sentados esperando a que alguien la convoque? Pero claro, cuando llegue tan ansiado alzamiento, falta que éste sea de su gusto, o de lo contrario será autoritarismo, igual que Hugo Chávez. De acuerdo, la huelga ha llegado tarde, las decisiones ya están tomadas. ¿Pero es eso motivo suficiente para no acudir? ¿No es acaso razón de más para unirnos y no dejar al gobierno con la última palabra? Abramos los ojos, secundar esta huelga no es ir de la mano de los dos sindicatos de turno, es ir de la mano del pueblo y luchar por el pueblo, por nuestros compañeros de trabajo, de pupitre o de lista del paro. Secundar esta huelga no es ninguna banalidad, ni me sentiré inútil cuando salga a la calle mañana, el inútil es el que se quedará en casa salivando con algún programa mongólico de Telecinco, el que irá a trabajar con el rabo entre las piernas por temor a represalias, o el que sigue esperando sentado a que el pueblo se levante, para luego ver si ellos se levantan también o se quedan donde estaban con las manos bien limpitas.
¡Nos vemos en la huelga!
- Kevin Laden -
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ResponderEliminar‘El gobierno representativo es, en resumen, una tecnología industrial para asegurar la desigualdad... Además el control jamás recayó sobre el pueblo, de hecho, lejos de debilitar el control ejercido por las elites directivas, la maquinaria formal de representación se convirtió en uno de los medios clave de integración por los que se mantenían a sí mismas en el poder’.
ResponderEliminar‘Tanto en naciones capitalistas como en naciones comunistas, fueron los integradores quienes se elevaron a la cumbre. Marx se equivocaba, puesto que no era la propiedad de los medios de producción lo que otorgaba poder. Era el control de los medios de integración.... las decisiones del propietario eran moldeadas, y en último término controladas por especialistas introducidos para coordinar el sistema. Surgió así una nueva elite de ejecutivos, cuyo poder descansaba ya no en la propiedad, sino en el control del proceso integrador. ’
(LA TERCERA OLA, DE ALVIN TOFFLER)