lunes, 17 de enero de 2011

LAS CORTINAS DE HUMO, EL PAÍS CENICERO Y LOS INTOCABLES DE LEIRE PAJÍN


Ya nos han tocado la fibra que no nos tenían que tocar, ahora sí que sí, nos han jodido pero bien estos de arriba, pase lo de nuestros sueldos, pase lo de nuestro empleo o lo de nuestra jubilación, pero nuestra barrita de cáncer después del café es a todas luces sagrada y ha de ser intangible. Malditos dictadores sin escrúpulos, execrables abusones de diabólico semblante que esta vez sí nos han dado una razón de peso para detestarlos, nos han impuesto una absurda ley que resulta de lo más injusta y sólo conlleva problemas para el ciudadano o el pequeño empresario e ingentes beneficios para la clase dominante, por eso mismo nos hemos decidido al fin a salir de una vez a la calle, sí, pero a fumarnos un pitillo, que dentro no se puede.

El chiste es malo de cojones, más bien rebuscado, pero a esto es a lo que llamo yo una cortina de humo pero sin humo, ¿lo pillan? Pues no me peguen, que con el síndrome de abstinencia la irritabilidad de la gente asciende a niveles inimaginables, hasta el punto de que ya se oyen por la televisión o la radio términos que no escuchábamos desde hace una década, como insumisión. Los hosteleros vaticinan su inminente ruina y cabreados, ya se están organizando, los clientes, tan comprometidos como adictos a la nicotina, se solidarizan uniéndose a su noble causa, la indignación y el descontento pueden palparse en el ambiente. ¿Qué será lo próximo? Se preguntan resentidos, como si no fuera ya suficiente con todo lo que llevamos detrás, pues todos estamos de acuerdo en que quienes hoy nos gobiernan son unos ineptos más propensos a la chapuza que al acierto, pero parece que nuestro vicio favorito era lo último que podían arrebatarnos de las manos y salimos a la calle en plan William Wallace pero en vez de ir a lomos de un caballo, llevamos a cuestas nosotros el mono mientras gritamos a viva voz que podrán quitarnos el pan de la boca, pero jamás nos quitarán el cigarrillo, ¡hostia puta ya!



Está dando para mucho el tema, para insultos a diestro y siniestro en el Gato al Agua o para infumables (no es un chascarrillo) monólogos de Buenafuente, todo el mundo se siente coartado, la libertad individual se ha visto una vez más restringida y lo malo es que a quienes protestan, que son los mismos que hace un mes se conjuraban contra los controladores aéreos o el 29 de septiembre se quedaron fumando en la barra de un bar (esto sí lo es), tampoco es que les falte razón. ¿Pero acaso los más jóvenes no seguimos bebiendo en la calle a pesar de que nos lo prohibieran terminantemente hace años? Recapacitemos, el berrinche pasará al igual que pasaron otros muchos que nos mantuvieron parcialmente calmados mientras practicaban con nosotros sodomías más que brutales sin que emitiéramos la más mínima queja. El caso es tener de qué hablar cuando la cosa va mal, y como la cosa siempre va mal, nos viene una detrás de otra y siempre tendremos tema de conversación cuando nos tomemos una cerveza con los colegas, pero nunca tan grave como para dejarla sobre la mesa y salir a la calle a quemar barricadas. A lo mejor hasta nos viene bien a nosotros, ya que los franceses, por ejemplo, llevan  sin poder encenderse un cigarrillo en espacios públicos desde principios de 2008, los italianos llevan nada más y nada menos que seis años sin poder hacerlo y los británicos cuatro. Sin embargo en estos países se levantan inmensas columnas de humo que provienen de las más importantes ciudades, Europa arde y a nosotros nos llegan las cenizas, los estudiantes ingleses presentan batalla ante las universidades, el mayo francés parece revivir por momentos en las calles de París y los italianos ponen en jaque a las autoridades día sí  y día también. En cambio España, en lugar de huelgas generales suma ediciones de Gran Hermano  y Fama, Belén Esteban ocupa toda nuestra atención y el tabaco se convierte en uno de nuestros más innegables derechos.



Dirán algunos que últimamente no hago más que cargar contra la gente de a pie, pues sí, porque somos nosotros los principales responsables de evitar que se nos siga ignorando, ya que desde el sofá, el individuo se torna invisible y es más fácil no tenerlo en cuenta, además de que tampoco creo necesario decir lo que ya se ha repetido hasta la saciedad, ya se sabe que no hay ley de la cual no obtengan beneficios la clase política y las grandes empresas. Lo de velar por la seguridad del ciudadano queda muy bien en esas truculentas campañas televisivas que nos muestran los estragos de las drogas, los efectos de la nicotina o los cráneos abiertos contra un parabrisas, pero al final nosotros acabamos con las neuronas, los pulmones y la sesera intactos y ellos con la cartera y los bolsillos un poquito más abultados. Por eso la nueva ley se ha convertido en una ridícula historia de espías y delatores al más puro estilo de Chicago en los años 20 en la que la ministra de sanidad Leire Pajín interpreta a la perfección el papel de Eliot Ness, defendiendo a ultranza su particular ley seca mientras insta a los ciudadanos a denunciarse unos a otros, pero eso es otra historia y no seré yo quien la escriba.

- Kevin Laden -
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